domingo, 26 de febrero de 2012

Malvinas: sin solución pero con salida.

Malvinas: sin solución pero con salida.
Han comenzado a escucharse voces disonantes<!--[if !supportFootnotes]-->[i]<!--[endif]--> con el discurso oficial sobre el tema de las islas Malvinas (IM). Esas posiciones no subestiman el hecho de que el gobierno ha reflotado un asunto sensible en momentos en que se pone en marcha un ajuste de previsibles repercusiones sociales negativas, pero van más allá. Lo verdaderamente novedoso son los interrogantes explícitos o no sobre la propia justicia del reclamo de soberanía territorial por parte de los argentinos. Ese doble cuestionamiento, que no necesariamente tiene un marcado tinte opositor, se potencia cuando se están por cumplir 30 años de la invasión a las islas por parte de la última dictadura militar.
La cuestión Malvinas no es secundaria tampoco en el Reino Unido (UK). En un film en cartel por estos días sobre Margaret Tatcher–un relato quasi oficial sobre las decisivas transformaciones sufridas por UK en la década de los ochenta- se ve cómo usaron el conflicto para compensar los costos del ajuste de su economía y el cambio de paradigma productivo, pero también la importancia que alcanzó el mismo en esa administración. Con la victoria, la popularidad de Tatcher creció exponencialmente.
Una trayectoria discontinua.
Un repaso sobre los descubrimientos, ocupaciones, nombramientos y reclamos de soberanía y autonomía sobre las IM muestras que ese camino no fue lineal ni tan claro como para que dé derechos indiscutibles a alguna de las partes. Por lo menos holandeses, franceses, ingleses, norteamericanos y españoles frecuentaron sus tierras y alrededores con intenciones posesivas, re o vindicativas (también se conjetura que algún indígena extraviado de origen patagónico llegó a sus orillas en canoa). El protagonismo argentino a lo largo de ese proceso fue casi insignificante. Veamos.
No existen evidencias comprobadas sobre los descubridores de las IM. A lo sumo se han hecho conjeturas basadas en indicios que hablan de la presencia de diversos navegantes a lo largo del siglo XVI. Fehacientemente recién circa 1600 las visitó un marino holandés Sebald de Weert que las llamó Islas Sebald, la primera denominación conocida, tal como figura en mapas holandeses de la época. Unas décadas más tarde anduvo por el canal que separa los dos territorios mayores un navegante inglés que como reconocimiento a quien le financiaba la expedición, el vizconde Falkland, se abstuvo en este caso de renombrarlas con su propio apellido. Islas Malvinas, otra de las denominaciones, proviene de Malouines y fue la forma que adoptó el marino francés  Louis Antoine de Bougainville en 1764 para homenajear al puerto de Saint-Malo de donde provenía.
En una palabra las islas pasaban de una mano a otra casi sin conflictos hasta que la explotación comercial del entorno marítimo comenzó a tener mayor envergadura. Ahí se produjeron enfrentamientos entre españoles e ingleses, incluso una escaramuza armada que no pasó a mayores. En 1766 Francia accedió a evacuarlas y reconoció la soberanía española sobre el archipiélago estableciéndose la gobernación de las Islas Malvinas. Paralelamente, los ingleses fundaron  Port Egmont en la Isla Trinidad. Un poco más tarde España logró la retirada de los británicos en el marco de los acuerdos llamados convenciones de Nutka aunque en 1811 las Malvinas fueron evacuadas por los españoles. Las IM quedaron desiertas siendo solo visitadas por barcos balleneros de diversas nacionalidades.
Recién en 1820 el gobierno de  Buenos Aires envió una fragata a tomar posesión y reafirmar sus derechos en las Malvinas. Desde 1823 concedió a Luis María Vernet la explotación de los recursos de las islas. El 10 de junio de 1829 se creó la comandancia política y militar de las islas con asiento en la isla Soledad. Sin embargo, los intentos de controlar la pesca de ballenas dieron lugar a que la corbeta de guerra Lexington de los Estados Unidos destruyera a cañonazos las instalaciones de Puerto Soledad. Por último, el 2 de enero de 1833 una fragata de guerra británica comunicó al jefe argentino que iba a reafirmar la soberanía británica y retomar posesión de las islas en nombre del rey de Inglaterra. El capitán de la goleta Sarandí, José María Pinedo, a cargo del asentamiento, no se consideró en condiciones de resistir y optó por retornar a la Argentina.
Las relaciones que se sucedieron con posterioridad a la usurpación inglesa se caracterizaron por una convivencia amigable y benévola con nuestro país por parte de la población de predominancia inglesa instalada ya en forma estable. Muchos de ellos, con familiares en el territorio argentino<!--[if !supportFootnotes]-->[ii]<!--[endif]-->, tenían una frecuente y ágil comunicación según los medios de transporte disponibles, venían a estudiar a los colegios ingleses y se atendían en el hospital de Comodoro Rivadavia y Británico de Buenos Aires en los casos de mayor complejidad; pudieron recibir alimentos frescos y otros artículos de difícil acceso por la lejanía con UK. Obviamente, todo eso cambió en 1982.
¿Qué tipo de intereses movió a Inglaterra a ocupar las islas en 1833?
En el siglo XIX, apogeo de la prepotencia imperial inglesa, de haberse deseado la ocupación podría haber alcanzado no solo a las islas sino a toda la Patagonia y la Araucanía chilena; tenían todas las condiciones de impunidad y supremacía para ello. Por esos años, UK se procuró todos los extremos australes del planisferio por los cuales evidentemente sentía una especial predilección: Nueva Zelanda (1835), Australia (1770), India (1857), Sudáfrica (Ciudad del Cabo, 1806). Nuestros territorios continentales del sur, casi totalmente deshabitados y fuera de la civilización, podrían haber sido fácil presa de las apetencias inglesas. Si embargo, prefirieron canalizar sus intenciones a través de estancieros ingleses y pacíficos pobladores del reino de Gales que le sacaron todo el jugo posible a la Patagonia hasta transformarla en una potencia en la producción de lana y carne ovina. De esa movida geopolítica se confirma algo que es sabido: para los ingleses de las relaciones internacionales los motiva más que nada  los aspectos comerciales y cuando ocupan una franja de territorio lo hacen principalmente en función de esos intereses. No tienen capacidad ni vocación para internarse en las profundidades continentales (como sí la tuvieron los españoles o los rusos en sus épocas imperiales) y han concluido que pueden alcanzar sus objetivos con afincar a sus comerciantes en las costas e introducir sus culturas como herramientas de vínculo hegemónico. Ejemplo de esa concepción marítima de las estrategias de dominación hay unos cuantos en todo el mundo en los últimos dos o tres siglos.
Tampoco tienen problemas en conceder la libertad a sus colonias. El Commonwealth es una asociación voluntaria de esas ex colonias de la que hasta donde se sabe ninguna de ellas ha desertado; más bien lo contrario; se prenden con uñas y dientes porque la relación comercial que se perpetúa a través del tiempo es conveniente para quienes en el pasado estuvieron subyugados<!--[if !supportFootnotes]-->[iii]<!--[endif]-->.
¿Para que quiere nuestro país recuperar las IM?
La historia de cualquier país está plagada de contradicciones. El nuestro no parece ser la excepción. En materia de territorio tenemos por delante un panorama francamente desolador. Con casi tres millones de kilómetros cuadrados de posesión soberana, nuestro país concentra un tercio de su población en el conurbano bonaerense, una medialuna de no más de 2.750 Km2  con una densidad de 4.737 hab/Km2; gran parte del resto es territorio sub o desocupado. La Patagonia se lleva las palmas: tiene una densidad de 1,3 hab/Km2. La cuestión territorial en la Argentina pasa a ser su principal problema estructural<!--[if !supportFootnotes]-->[iv]<!--[endif]-->. En tanto no se revierta el sentido de un vector centrípeto que lleva a concentrar alrededor de la capital federal el conjunto de factores ecosistémicos que forman parte del patrimonio nacional (incluso las expectativas de la gente), todo planteo federalista será retórico y la otra cara de un unitarismo que viene desde la colonia.
Esos desequilibrios en el tratamiento del territorio en el caso de la soberanía sobre Malvinas, por su complejidad, incrementan las implicancias en juego. Por ejemplo, no se puede ignorar el papel tradicional que juegan los puntos de vista castrenses en las reivindicaciones nacionalistas del territorio y los avatares a los que estuvimos sometidos cuando la influencia de los militares era mayor. La aventura malvinense de la última dictadura no fue la única; un poco tiempo antes estuvimos al borde de una guerra con Chile por tres minúsculas islas en el lejano sur porque su posesión hubiera permitido al país hermano salir al océano Atlántico y hacer en esa situación reclamos sobre el mismo (!). La historia argentina no solo contiene unos cuantos de esos acontecimientos sino que el propio relato en gran parte de ella se ha construido sobre supuestos que hoy a la distancia pueden ser vistos de otra manera. Por ejemplo los resultados de la reivindicación soberana de la aduana porteña en la Vuelta de Obligado<!--[if !supportFootnotes]-->[v]<!--[endif]-->.
La anécdota es válida para ver cómo determinados puntos de vista en la historia y en la concepción de los hechos han teñido de surrealismo la serie de acontecimientos que nos traen hasta nuestros días. El tema de Malvinas tiene mucho de esto, aunque Malvinas sea considerada una causa nacional y como se dice ahora razón de estado con la aquiescencia de gran parte del sistema político que a lo sumo considera, obviando la raíz más profundo de la problemática, que la forma en que se están desarrollando los acontecimientos en nuestros días se debe a una manipulación política para tapar el ajuste.
¿Hasta dónde podemos llegar con las negociaciones?
El conflicto de las IM que podría haber seguido un curso conveniente como el de muchos países y enclaves de la Commonwealth se complicó totalmente con la aventura militar. Prácticamente, llevó las posiciones a puntos tan extremos que hace muy difícil siquiera volver a la situación anterior a 1982. La posición oficial refleja una mayoría proclive a la reivindicación de la soberanía territorial sin tener en cuenta los isleños que hace casi dos siglos que ahí viven en condiciones muy duras. Estos a su vez, que supieron tener una posición amigable y cercana con nuestro país, han desarrollado una desconfianza que les impide toda actitud de acercamiento. Ni ellos quieren dejar de ser británicos ni estos los van a abandonar a su suerte, sobre todo frente a la posición cerrada de los argentinos. En síntesis: definitivamente es una situación sin solución. Ahora y en el futuro también.
 Esto no quiere decir que no se pueda desarrollar una acción diplomática en el largo plazo tendiente a mejorar las condiciones de la negociación<!--[if !supportFootnotes]-->[vi]<!--[endif]-->. Pero no se puede hacer eso sin tener clarocual es el escenario al que se aspira llegar, qué es lo que se negocia.
Hay un solo escenario para darle salida a una situación sin solución: el de la regionalización.
El mundo marcha hacia la regionalización. El estado nación está condenado en los círculos más íntimos de la cebolla del poder. Claramente, una lectura atenta de los meta mensajes y subtextos del G-20 muestras que la soberanía nacional es un atributo que está siendo condicionado sin prisa pero sin pausa por una normativa global de creciente injerencia. Estos son procesos de largo plazo pero sus generatrices ya pueden ser percibidas y se sabe que toda larga marcha comienza en algún momento. No quiere decir de ninguna manera que los estadonaciones desaparezcan de la noche a la mañana pero la tendencia ya está establecida.
En Europa, como parte de la normativa de la UE, ya funciona a pleno el Comité de las Regiones. Toda Europa, mientras conserva su configuración nacional, sus escudos, banderas y seleccionados de fútbol, tiene desplegada un diseño geográfico que no respeta en ningún caso los límites nacionales: hacia abajo y en el medio se evidencia lo regional y microrregional y hacia arriba la omnipresente UE que está funcionando desde hace décadas con sobresaltos pero sin dejar en ningún momento de actuar por encima de los países (véase por estos días la actuación de la primera ministra alemana Merkel en el rol de comisario político con relación a Grecia y España).
En una América en proceso de regionalización, arribar consensuadamente a una entidad compuesta por Araucania, Patagonia y Malvinas, funcionando como institución autónoma, con incumbencias progresivas al igual que lo que ocurre en Europa, tendría un enorme potencial y viabilidad sustentable.
El escenario puede resultar un tanto extraño para nuestras mentes habituadas al cortoplacismo. Pero bueno, a nivel de los países, las cosas son así; siempre hay otras formas de ver la realidad en gestación que se internan en el futuro con más empeño, adoptando riesgos intelectuales que otros pensamientos que prefieren vivir el día a día en torno a lo suyo no asumen. Tomemos un caso muy interesante para imaginar lo que puede empezar a pasar en nuestro país a partir de ahora: el primer ciclo largo de crecimiento que duró 70 años hasta el golpe de 1930. Un repaso de ese proceso, sin duda el más presentable de los que se vivieron en nuestro país, nos muestra cosas sorprendentes, por ejemplo, que el conjunto de factores que hicieron posible ese ciclo ya estaban o fueron introducidos por la modernidad en los tiempos de Rosas, una de los épocas más oscuras que se vivieron en el siglo XIX. A saber: los rubros relacionados a la genética, los oficios, las técnicas, la inmigración y el conocimiento del territorio tuvieron un vivo desarrollo en esa época. Cuando Mitre en 1862 comienza el proceso de organización nacional, en nuestro país ya había ovejas y vacas de raza, alambrados, ferrocarriles, artesanos de todo tipo, disponibilidad de los oficios necesarios, relaciones externas establecidas, la inmigración en pleno despliegue y el territorio había sido rastreado en su conjunto. Los problemas remanentes, sobre todo los ligados al atraso de las instituciones y el caudillismo feudal de las provincias, fueron resueltos en muy poco tiempo debido a que existía una base material que hacía posible el crecimiento y en cierta medida el desarrollo económico, social y cultural. Esta mirada retro es importante para ver la prospectiva de nuestro país presto a comenzar su segundo ciclo largo de crecimiento y ponderar en sus justos términos algunas de las cosas que están pasando por estos días. Como mucha gente lo dice, el gran desafío para el territorio que nos acoge y contiene es transformar ese crecimiento en desarrollo, plenamente insertados en la escena global. Es necesario abrirnos al mundo, al contrario de lo que insólitamente está haciendo el gobierno nacional, y la racionalidad, el sentido común y fina tradición de nuestra diplomacia en el tratamiento del tema de Malvinas, dándole la importancia que realmente tiene, puede ayudar a mejorar nuestra imagen externa.
Ing. Alberto Ford
La Plata, 22 de febrero de 2012.

lunes, 6 de febrero de 2012

Opinión -Un país "modelo 58"... Por Ricardo Lafferriere

Opinión -Un país "modelo 58"...
Por Ricardo Lafferriere
"Un auto argentino hoy sólo 
tiene el 30 % de partes nacionales. 
En las épocas de Arturo Frondizi,
 tenía 90%". Es la reflexión del 
presidente de la UIA, Ignacio
 de Mendiguren, de la que 
se hacen eco los diarios del 
domingo.

La afirmación es cierta. También -debe reconocerse- más de medio siglo atrasada.
Los comienzos de la segunda mitad del siglo XX fueron el escenario de un mundo que, apenas salido de la 2a. Guerra, tenía particularidades alejadas del tercer milenio. Mundo bipolar, economías nacionales cerradas, intercambio administrado, modelos autárquicos, tecnologías metalmecánicas con ninguna agregación electrónica, mercados nacionales...
En ese mundo, una industria automotriz con el 90 % de integración nacional era un modelo razonable, aún obviando el hecho de que sólo era posible por la disposición inversora del capital norteamericano abundante extendiéndose por el mundo.
Hoy, un auto nacional incorpora el 30 % de valor agregado interno. Pero no sólo acá, sino... ¡en cualquier lugar del mundo en que se fabriquen autos! Simplemente, porque el mundo es otro, y el paradigma productivo no son ya las economías cerradas y autárquicas, sino el mercado mundial -de diseño, producción, comercialización, integración, consumo, posventa, innovación-.
No hay casi ya cadenas de producción que no estén internacionalizadas. Desde ya lo está la vanguardia, el complejo electrónico, liderado por los celulares. Si el jefe industrial se queja del 30 % de los autos, habría que escuchar qué opina de los teléfonos, en que la integración nacional no llega al 5 %..., sin capacidad exportadora alguna, porque hasta ese mínimo porcentaje está subsidiado por el agro. En los propios autos, por cada unidad exportada el país pierde Mil dólares, que se le extraen a la soja...caso curioso de la economía kirchnerista, que cuánto más produce, más pierde...
Pero también los artefactos líderes de mercado: MP3, IPOD, MP4, amplificadores, televisores, línea blanca. Y ropa deportiva, perfumes, medicamentos, óptica, juguetes. Y alimentos gourmet, insumos tecnológicos para el agro, accesorios para camping...por no hablar del equipamiento en bienes de capital, aceros especiales, instrumental de precisión, ¡hasta planchas, que han desaparecido de las estanterías!
Los propios autos se pueden exportar sólo porque la administración del comercio regional en el sector reserva cupos que se colocan en el mayor mercado de la región, que es Brasil. Si las ocurrencias "cincuentistas" de la Presidenta, su Secretario de Comercio y el Jefe de la UIA avanzan y Brasil no compra más autos porque se cansa de los desplantes y aplica represalias -o, más curioso aún, si le copia la receta a Moreno- la Argentina no estará en condiciones de fabricar ni siquiera el "troncomóvil", ese auto soñado por Moreno para el "obrero peronista", que en lugar de motor funcionaría a pedales, como las bicicletas...porque en el país no se fabrican motores.
Hay que retroceder mucho, bastante atrás del 58, para encontrar un tiempo en que las visiones del kirchnerismo tuvieran algo que ver con la realidad. Hasta el propio modelo peronista originario hizo crisis cuando se acabaron las rentas que en su momento -como ahora- les confiscaba al campo, a los salarios, al saqueo previsional y a las reservas.
Debe reconocerse, sin embargo, que al escuchar la mayoría de los liderazgos opositores, se observa que ese atraso conceptual no es un privilegio del kirchnerismo, sino que goza de excelente salud en destacados dirigentes del radicalismo, en el socialismo y aún en algunas voces del propio desarrollismo, congeladas en el tiempo y exhibiendo su obsolescencia, como si lo que fue progresista hace más de medio siglo lo siguiera siendo para siempre, al margen de la evolución del mundo y del propio país.
"No es viento de cola, es buena administración", decía hace pocos meses la presidenta, aludiendo a los "destituyentes" que la alertaban sobre el peligro de seguir liquidando capital para mantener el jubileo, olvidando la inversión en energía, en infraestructura, en equipamiento, en modernización tecnológica y en la imbricación inteligente en las cadenas globales de valor.
Ahora, al amainar el viento de cola, ya no desea más "parecerse a Alemania", sino "no importar ni un clavo". Aunque caiga la actividad, el salario, los ingresos fijos, la producción industrial, nos quedemos sin energía -como ya nos quedamos sin vacas- y ampliemos aún más la brecha tecnológica. Un país más pequeño, más pobre, más atrasado, más injusto, más aislado, más intrascendente.
Curioso cambio de ideología en apenas pocos meses -separados sólo por una elección presidencial-. Su "buena administración" la llevó a generar uno de los ajustes más salvajes que se tenga memoria, que aunque se realice en cuotas para intentar vanamente disimularlo, ya comenzó a sentirse en amplios sectores de la población.
El intento de volver cincuenta años atrás es una misión imposible, por más esfuerzos principescos que se le exijan a su "chirolita" -diría Moyano- a cargo de la Secretaría de Comercio, o a su interventor en la central de los empresarios. En todo caso, en el camino es probable que volvamos a encontrarnos con autos que vengan sin manijas en las puertas y sin espejo retrovisor, como supo ocurrir en el país no hace mucho. O sin "airbags", sin ABS, y sin computadoras... como en 1958.
Porque, como lo afirmara Aristóteles y lo recordara Perón hace varias décadas, por más esfuerzos dialécticos y adecuaciones del "relato", al final única verdad sigue siendo la realidad, la que exige, como primer condición para cambiarla, que se la conozca, se la estudie y se la respete.
Ricardo Lafferriere
www.ricardolafferriere.com.ar 

Gentileza de www.ricardolafferriere.com.ar para NOTIAR